Viernes, 26 de Abril de 2024

Marcos, un evangelio para los gentiles (V): 2: 18-3: 6

Viernes, 5 de Abril de 2019

En la última entrega, nos quedamos en la presentación que Marcos lleva a cabo de un Jesús que superaba con mucho a los maestros de moral paganos no sólo por su poder sanador sino, de manera muy especial, por la capacidad inmensa de cambiar vidas.  Es precisamente en ese momento cuando Marcos introduce el distanciamiento de Jesús con las prácticas religiosas.  Son curiosas las tres áreas señaladas por el evangelista porque el ayuno, los días ceremoniales y la superposición de la religión sobre la compasión son comunes a la práctica totalidad de sistemas religiosos.  Que Jesús vivió esos tres episodios es innegable y que estaban referidos inicialmente al judaísmo no se puede discutir, pero no se trataba de algo ajeno a los romanos ya que todas las religiones cuentan con ayunos, días de fiesta religiosa y superposición del rito sobre la compasión.  A decir verdad, la enseñanza de Jesús era tan aplicable a los paganos que adoraban a Artemisa como a un musulmán, un católico o un budista del día de hoy.

En el primer episodio, Jesús se encuentra con aquellos que cuestionan su manera de comportarse porque pasa por alto algo tan importante como el rito del ayuno.  Pero ¿qué predicación era esa que no incluía la mortificación?  ¿Cómo puede alguien creer en una vivencia espiritual sin cilicio, sin azotes, sin sacrificios corporales como los de privarse de alimento?  La respuesta de Jesús es clara.  Su venida es motivo de gozo, de alegría, de disfrute.  Es igual que unas bodas (2: 19).  Hay que aprovechar el momento porque ya habrá motivos para apenarse (2: 20).  Jesús pronuncia a continuación unas palabras que, habitualmente, se interpretan mal.  Son muchos lo que creen que Jesús está diciendo que su mensaje es nuevo y que no puede contenerse en el viejo judaísmo.  Sin embargo, está diciendo todo lo contrario como puede verse por el texto paralelo  de Lucas 5: 39.  Jesús defiende la relación con Dios que existía en el principio.  Se trata de una relación basada en la alegría y la relación estrecha con el Creador.  Esa bella situación se rompe cuando llegan las innovaciones que no derivan de Dios sino de los hombres, las prácticas que luego se convertirán en tradiciones, los comportamientos que se transforman en dogmas como sucede con las prácticas de siglos – a propósito ¿cuántos saben que sus prácticas religiosas son muy posteriores al Evangelio e incluso contrarias a él?.  Esas conductas que no se corresponden con lo verdaderamente antiguo y que surgieron en el siglo XIII, en el XVIII o en el XIX destrozan el mensaje de Dios echándolo a perder.  Sin embargo, como dice Lucas 5: 39, el que conoce el mensaje primitivo no está para innovaciones humanas creadas siglos después de la predicación de Moisés o de Jesús sino que prefiere el vino viejo que es el bueno.  Es más cualquiera que descubre ese vino excelente no está para las innovaciones surgidas siglos después.  

El segundo episodio tiene que ver con los días de celebración religiosa (2, 23-8).  Esos días – incluido el shabbat – tienen un sentido, pero sólo en la medida en que se entienda que se han hecho para el hombre y no al revés.  Dios desea otorgar un día de descanso y celebración y no un yugo insoportable que angustie más una vida ya de por si difícil.  El sábado fue hecho para bendecir al hombre y no el hombre para estar esclavizado por el desarrollo de tradiciones sobre el sábado (2, 27).  Jesús, Señor del sábado en su calidad de Hijo del hombre, de nuevo aparece ante nosotros como aquel que se aferra a las Escrituras para enseñar y que repudia las tradiciones humanas acumuladas incluso a lo largo de siglos (2, 25-6).  Frente a la pregunta de por qué sus discípulos actúan de una manera que desagrada a los fariseos y sus tradiciones, su respuesta es:  ¿Nunca leísteis en las Escrituras? (2, 25). El mensaje difícilmente puede ser más claro.  Aprended las Escrituras y vivid de acuerdo con ellas y no sobre la base de tradiciones emanadas de gente autonombrada representante de Dios porque los que viven así viven la esclavitud y la muerte.

El tercer episodio corrobora ese enfrentamiento de Jesús con la religión y lo hace además en un terreno especialmente delicado.  La religión tiende a colocar en primer lugar el cumplimiento de normas rituales.  Ese tipo de normas proporcionan una sensación de superioridad espiritual a los que se someten a ellas, forjan una separación contra aquellos que no las cumplen y permiten decidir quiénes se salvan y quiénes se condenan.  Visto desde fuera ese comportamiento puede parecer pueril y dañino, pero, contemplado desde dentro, es una fuente inagotable de autosatisfacción y enorgullecimiento. Los que consideran que es ser santo colocarse una piedrecita en el zapato para sufrir mientras se camina o atarse un cilicio para mortificar la carne o ir más horas al mes casa por casa vendiendo revistas de contenido religioso o privarse de ciertas comidas deberían saber perfectamente a qué me refiero.

Tal conducta, sin embargo, tiene como resultado directo la soberbia – una soberbia estúpida por otra parte – y el olvido del dolor de los demás que, a fin de cuentas, son considerados inferiores.  En el caso descrito en 3, 1-7 aparece todo expuesto de manera clara.  Aquel hombre podía tener la mano seca desde hacía tiempo, pero esa circunstancia – ciertamente nada grata – no podía ser razón para trabajar en shabbat.   La visión de Jesús era distinta.  La compasión hacia el que sufre está muy por encima de preceptos religiosos como los relativos a la santidad de ciertos días.  En su caso, por añadidura, incluso podía actuar simplemente recurriendo a la voz (3, 3-5) lo que impedía que se le acusara de trabajar en sábado, pero, al mismo tiempo, dejaba de manifiesto esa dureza de corazón que, con tanta frecuencia, se encuentra en gente especialmente religiosa.

No puede sorprender que tanto las autoridades religiosas como las civiles llegaran a la conclusión de que Jesús debía ser eliminado (3, 6).  A fin de cuentas, el comportamiento de Jesús no podía ser más contrario a un establishment que, por definición, siempre tiene un ala religiosa.  Tanto Herodes como los fariseos – el equivalente en Galilea al poder religioso de los saduceos en Jerusalén – deseaban que la gente estuviera sometida al yugo de la religión, que no pensara y que, por supuesto, no viviera de acuerdo con las enseñanzas del Reino.  Jesús implicaba un desafío y la confrontación acabaría teniendo trágicas consecuencias.

CONTINUARÁ                   

         NOTA:  A inicios del año que viene se publicará en Estados Unidos mi libro Más que un rabino.  Es una extensísima biografía de Jesús – con seguridad más de cuatrocientas páginas – que espero que será de ayuda para todos aquellos que deseen conocer y profundizar en la vida y la enseñanza de Jesús.  Por supuesto, será mucho más amplia que lo expuesto en esta serie.  Seguiremos informando.  

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