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Quinto centenario de la Reforma en Perú (I): Un aniversario obligado

Lunes, 6 de Noviembre de 2017

Este año se ha celebrado el Quinto centenario de la Reforma. La importancia del evento es tal que incluso el papa se ha sumado. Naturalmente, el gesto de Bergoglio ha sacado de quicio al sector más fanático de los católicos, pero es que ese sector se empeña en cerrar los ojos a lo que Erasmo de Rotterdam le dijo en su día al emperador Carlos V, que Lutero tenía razón aunque había cometido dos errores: atacar la tiara de los prelados y la panza de los frailes.

Eso lo sabe de sobra el papa Francisco que, como era de esperar, no suscribe ni de broma la apologética clásica – aparte de pedante, falaz, insustancial e ignorante – del catolicismo frente a la Reforma. Pero claro pensar que gente que está en la inopia en el mejor de los casos o que tiene una panza como los frailes que defender va a aceptar la verdad es pedir peras al olmo… o más bien al alcornoque.

La Reforma – el acontecimiento más positivo de la Historia sólo detrás del nacimiento de Jesús – iba a cumplir quinientos años y se iba a celebrar. Comencé a recibir invitaciones para dar conferencias en esa fecha desde el año 2016. Procedían de Europa, Hispanoamérica y Estados Unidos. Algunas incluso iban unidas a una oferta de jugosa remuneración. Sin embargo, desde el principio, adopté la decisión de pasar esos días en Perú. Aún más. Había dos posibilidades. Una bien pagada y promocionada por una persona de recursos considerables; la otra derivada de la MBC que, desde hace tiempo, dirige magníficamente Alicia Estremadoyro. Opté por esta última sin dudarlo un segundo. Lo que me esperaba fue una cadena ininterrumpida de bendiciones en una nación que siempre me ha tratado extraordinariamente bien. Así que salí para Perú.

Mi primera actividad tuvo lugar en el Auditorio médico de Lima. Allí pronuncié una conferencia sobre la libertad y la Reforma ante un público de un millar de personas. La gente sostiene multitud de tópicos que por fanatismo, tradición o ignorancia se empeña en mantener. En el caso de no pocos españoles, la manera en que esos prejuicios distorsionan su visión de Hispanoamérica y de la propia Historia resulta deplorable. Para muchos, todo lo que dejó la colonia española tras de si fue maravilloso, indescriptible e incluso inmerecido. Cuando alguien lo cuestiona recurriendo a las propias fuentes españolas – que estas gentes desconocen de manera lastimosa – se le acusa de promover la Leyenda negra y arreando… De entrada, hay que empezar reconociendo que no se puede dejar más que lo que se tiene. Yo – por más que me empeñe – no voy a poder enseñar japonés a la gente por la sencilla razón de que es un idioma que desconozco. En el terreno positivo, España dejó ese prodigio que es el español – castellano sólo lo llaman en España – perseguido por nacionalistas catalanes y vascos. En el negativo, dejó la herencia de la Contrarreforma, una herencia que basta recorrer Hispanoamérica – o simplemente estudiar su Historia - para contemplar. La ausencia de libertad es uno de sus aspectos más negativos y por eso me centré en esa cuestión.

Mi conferencia fue desgranando algunos aspectos en los que la Reforma desencadenó un legado de libertad que, lamentablemente, los países católicos jamás han conocido por más que se hayan esforzado de manera ocasional en ir en esa dirección. La Reforma implicó, en primer lugar, un legado de inmensa libertad espiritual. La horrible esclavitud que significó el papado sometiendo a sangre y fuego a los que osaran no doblar la cerviz ante su tiranía, hurtando la Biblia al pueblo, sofocando el testimonio de Cristo bajo inyecciones repetidas de paganismo y convirtiendo la salvación en materia de compra y venta fue combatida directamente por la Reforma. Sus gritos fueron ¡devolved la Biblia al pueblo! ¡devolved Cristo al pueblo! y ¡devolved el Evangelio de gracia al pueblo! y ante los oídos sordos de una institución a la que interesaba, por encima de todo, satisfacer su ansia de poder y su desmedida codicia, lo hizo ella misma. El impulso de la Reforma era medularmente espiritual, pero, a la vez, al recuperar una Biblia secuestrada por el papado durante siglos recuperó una serie de valores que se tradujeron en un inmenso impulso de libertad.

En primer lugar, la Reforma implicó una libertad de la ignorancia y no sólo porque se enfrentó con siglos de mugre teológica acumulada durante la Edad Media y opuesta totalmente al mensaje de la Biblia – Erasmo se recachondeó de dogmas precisamente de lo que hablaba - sino porque impulsó – por primera vez en la Historia – la alfabetización. A diferencia de un catolicismo que mantuvo en la ignorancia a la población excusándose en que podía enseñar lo suficiente mediante las imágenes, la Reforma abrió la primera escuela pública y gratuita de la Historia en 1536. Las tasas de alfabetización de naciones que abrazaron la Reforma fueron escandalosamente superiores a las de las naciones católicas. Los peregrinos del Mayflower, puritanos de mediados del siglo XVII, por ejemplo, contaban con un índice de alfabetización siete veces superior al de España e Hispanoamérica a inicios del siglo XIX. La cosa tardó mucho en mejorar porque las leyes educativas de España e Hispanoamérica, impulsadas ya bien entrado el siglo XIX, chocaron con la oposición feroz de la iglesia católica. Una cosa es que ella educara a los que iban a mandar sometidos a sus criterios y otra bien diferente que la gente llana supiera leer y escribir. Pero esa liberación de la ignorancia no se limitó a la educación. La Reforma desencadenó también la Revolución científica, esa que nunca se ha producido en nuestras naciones que, en su mayor parte, siguen viviendo de lo que otros inventan. Sí, ya sé que hay excepciones y que la fregona y el chupa-chups fueron inventados por españoles, pero…

La Reforma implicó también la liberación de la pobreza. Inicialmente, las naciones reformadas eran más pequeñas y pobres que grandes imperios de ultramar como Portugal y España. Las superaron en breve gracias a recuperar la cultura bíblica del trabajo y a crear una cultura financiera a la que las naciones católicas no comenzaron a asomarse mínimamente hasta el siglo XVIII aunque durante los siglos XIX y XX no llegaron a absorberla del todo. Que naciones pequeñas como Inglaterra u Holanda llegaran a batir a España o que Finlandia tenga el mejor sistema educativo del mundo cercana a lo conseguido por las naciones de Escandinavia es fruto de la Reforma. España, por desgracia para ella e Hispanoamérica, tuvo bastante con dilapidar sus inmensos recursos convertida en la espada de una iglesia católica que siempre que pudo la apuñaló por la espalda como ahora mismo hace en Cataluña y las Vascongadas.

La Reforma también implicó la libertad frente al despotismo. Recuperó la idea de la supremacía de la ley – nunca plenamente vivida en España o Hispanoamérica – e impulsó la separación de poderes y la idea del poder limitado. A fin de cuentas, una constitución como la de Estados Unidos sólo podía brotar de sólidas raíces protestantes y jamás hubiera podido nacer y funcionar en una nación católica. De hecho, tanto en Hispanoamérica como en España sigue existiendo la esperanza de que aparezca el déspota providencial. En España, lo denominaron a inicios del siglo XX, el cirujano de hierra y todo terminó como el rosario de la aurora. En Hispanoamérica, se ha llamado Perón y Porfirio Díaz, Castro y Chávez, Pinochet y Morales, Batista y Trujillo. Para unos son villanos, pero para otros, son los héroes deseados porque el despotismo forma parte del ADN cultural. ¿Podía ser de otra manera en una cultura que cree que la cabeza de la iglesia es un teócrata que sustituye al mismísimo Cristo?

 

Igualmente, la Reforma significó la libertad de un concepto tan dañino como el de pecado venial, ese tipo de pecado que, según la iglesia católica, desaparece automáticamente mediante la realización de ritos como santiguarse con agua bendita. Que la mentira y el hurto sean pecados veniales explica no poco la extensión de la corrupción en nuestras amadas naciones. Por supuesto, nos empeñamos en culpar a los políticos, pero la realidad es que en la sociedad está muy extendida la costumbre de hurtar y de mentir, hábitos horribles que molestan cuando nos afectan y que se disculpan cuando circulan por otros barrios.

La Reforma implicó un anuncio y una práctica de libertad contra todas estas lacras. Fue algo que perdimos en naciones como España donde además se implantó toda una cultura de la delación y de la hipocresía relacionada directamente con esa repugnante institución conocida como la Inquisición que algunos fanáticos se empeñan en seguir defendiendo.

La Reforma significó abrir de par en par las puertas a la libertad comenzando por la del espíritu. De hecho, fue gracias a la Reforma que, por primera vez en la Historia, se reconoció un derecho que la iglesia católica ha oprimido durante siglos: el derecho a la libertad religiosa. Pero lo que vino después fue verdaderamente grandioso y de ello nos beneficiamos a día de hoy.

Ése fue el mensaje que dejé esa noche ante un millar de personas, incluido el alcalde, que escucharon más que interesadas en el auditorio. Fue un viernes por la noche y no pude evitar decirme que comenzaba a confirmarse que había tomado la decisión más adecuada al decidir pasar la conmemoración del Quinto aniversario de la Reforma en Perú.

 

CONTINUARÁ