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En Missouri (III)

Jueves, 24 de Septiembre de 2015

Hollywood ha formado parte de nuestras vidas de una manera tan indiscutible que casi nos parece natural cuando lo que hemos visto en la pantalla se nos cruza en el camino. Ayer tarde, estuve ante el garaje donde comenzó el final de la carrera delictiva de Bonnie y Clyde, más conocidos por estos pagos, como la banda de los Barrow.

Precisamente, aquí, en Joplin, Missouri, habían establecido una guarida que acabó llamando la atención de las fuerzas de la ley y el orden. El tiroteo que se entabló cerca del garaje concluyó con la huida de la banda y la muerte de dos agentes de policía, pero… pero de la manera más inesperada, los facinerosos perdieron en la fuga una cámara KODAK. Cuando se reveló el carrete que llevaba se pudo, por primera vez, contemplar los rostros de los atracadores. Su final ya estaba cantado y, efectivamente, todos ellos acabaron abatidos. Pondré hoy las fotos del histórico garaje conservado con especial mimo en esta parte de Estados Unidos.

Esta es la América profunda y, sin embargo, ¡qué distinta de otras zonas profundas de otras naciones! En su universidad, hay profesores extranjeros que enseñan otras lenguas y otras culturas; se cuidan los lugares históricos aunque sólo sea porque en ellos durmió Clark Gable dos veces; se ve ondear la bandera confederada y que le frían un paraguas a lo políticamente correcto… Y, al mismo tiempo, se disfruta de una sensación de quietud, de paz, de orden y de prosperidad realmente envidiables. Permítanme darles un ejemplo entre muchos que podría alegar. Por primera vez en mi vida he estado en un hotel de la cadena Drury. El servicio es magnífico, la habitación más que notable, el desayuno es gratuito, la merienda – suficiente para constituir una cena – es gratis, las palomitas del carrito de la entrada son gratis y hasta el café, la leche y las bebidas son gratis y están a disposición del cliente las 24 horas del día. En esta parte plácida y civilizada de Estados Unidos, profundamente protestante – quizá haya alguna iglesia católica, pero no la he visto mientras que me he hartado de ver las de las más diversas denominaciones evangélicas con predominio de bautistas y metodistas – esa conducta es comprensible y, seguramente, rentable. Nadie – como en la parodia de Goyo Jiménez – se va a hinchar a coger “más donuts que son gratis”. Nadie llenará cubos de refresco y se los llevará a la habitación. Nadie, en fin, hará lo que tan común que veamos en España donde robar las toallas y los albornoces de los hoteles constituye casi un deporte nacional. Son dos culturas diferentes y eso explica – lo hablaba ayer con Susana Liso – que dos celebridades internacionales como Elvis Presley o Johnny Cash tuvieran casas relativamente modestas y, desde luego, mucho menos lujosas que las de infinidad de concejales de pueblos de cuarta con acceso, eso sí, al presupuesto público. Como muy bien me apuntó Susana: “la austeridad protestante es lo que tiene…”. Son dos culturas distintas – aunque Bonnie y Clyde nos hagan pensar en algo diferente – y se nota muchísimo especialmente cuando uno se adentra en el interior de la nación.

Aquí, en este lugar, profesores como Susana – navarra - y Rubén – andaluz – aportan un pedazo indispensable de cultura española a los norteamericanos. España los ha perdido para desgracia suya porque Susana no regresará a su tierra inficcionada por los nacionalistas vascos y Rubén ya se ha casado con una encantadora muchacha tejana con la que ha tenido uno de los niños más buenos y apacibles que me ha sido dado ver. España ha perdido más que ellos. Los dos han encontrado una tierra abierta y generosa en la que trabajar y construir su presente y su futuro. A cambio, España tendrá en la universidad a un mequetrefe cuyo único mérito sea hablar el vascuence o andar en las cercanías de un partido político. Mal negocio, pero en eso ha andado la nación durante décadas y ahora que algunos dicen tímidamente lo que otros gritamos durante décadas con no poco riesgo, las cosas ya no resultan tan fáciles de enmendar. Se trata de gente que ama entrañablemente a la nación que los vio nacer – y que no ha sido un prodigio de generosidad hacia ellos – que la llevan en el corazón, que discuten en la cena sobre la política española como si vivieran en Sevilla o en Pamplona, que siguen mi programa de radio porque es una de las pocas maneras de enterarse de verdad de lo que están sucediendo, que se preocupan por el futuro de sus compatriotas… No voy a reproducir sus opiniones sobre los nacionalistas catalanes y vascos, sobre Rajoy, sobre ZP. Coinciden con las de millones de españoles con sentido común que aman a su país. Permítanme que yo me alegre por lo menos por Susana, por Rubén, por su esposa Jordan y por Enrique, su querubinesco hijo a los que, más allá del corazón y los afectos, no alcanzarán las consecuencias de lo que pasa en España.

En unas horas tomaré el avión de regreso a casa, una casa que, como la de ellos, se encuentra a este lado del Atlántico. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!