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(LVI): El final (III): La represión (II)

Viernes, 5 de Febrero de 2021

Mahoma se sabía vencedor y pudo permitirse algunos actos de generosidad.  Así, cuando compareció ante él Safwan b. Umayya, uno de sus antiguos enemigos al que había perdonado, y le pidió dos meses para pensar si abrazaba o no la predicación de Mahoma, éste le anunció que le otorgaba cuatro.

Algo semejante sucedió con el tesoro de la Kaaba.  En él habían depositadas setenta mil onzas de oro.  Mahoma no las tocó.  Tampoco lo necesitaba.  La Meca estaba en sus manos y pudo conformarse con que la ciudad corriera con el gasto de acuartelar a sus tropas y con que le proporcionara armamento.  Por ejemplo, Safwan b. Umayya, que debía andar reflexionando sobre su conversión, le prestó cien cotas de malla y cincuenta mil dirhemes.  No fue el único, desde luego.  Abd Allah b. abi Rama le prestó cuarenta mil y Huwaytib b. Abd al-Uzza, una cantidad semejante.  Al destino de estos préstamos nos referiremos algo más adelante[1].

La situación era tan halagüeña que los ansar de Medina llegaron a pensar que Mahoma podía, en contra de lo pactado años atrás, quedarse en la Meca.  Lo cierto es que permaneció tan sólo quince días.  Con todo, en medio de tan claro triunfo, no todo fueron satisfacciones.  Se da la circunstancia de que Mahoma contrajo a la sazón matrimonio con Mulayka bint Dawud.  Como en otras situaciones anteriores, la nueva esposa estaba relacionada estrechamente con los vencidos.  En este caso concreto, era hija de uno de los muertos durante la conquista de la Meca por Mahoma.  El nuevo matrimonio provocó una reacción muy negativa entre las demás esposas de Mahoma.  De manera bien significativa, según la tradición, una de ellas se atrevió a increparla diciendo: 

 

     - ¿No te da vergüenza haberte casado con el hombre que ha matado a tu padre?   

 

     La pregunta apuntaba a un hecho real, pero no se trataba de algo excepcional.  La tradición señala que, por esas fechas, Mahoma se encontraba en tan buena situación conyugal que, en una noche, mantuvo relaciones sexuales con nueve de sus esposas[2]:

 

    Narró Anas:  el Profeta acostumbraba a tener relaciones sexuales con todas sus esposas en una noche, y tenía nueve esposas. 

 

      El hecho ha sido interpretado[3] como una leyenda piadosa que buscaba ocultar unas relaciones íntimas poco halagüeñas como se desprendería de una tradición, transmitida por Ibn Sad citando a su maestro Waqidi, que señala cómo Mahoma recurrió a un afrodisiaco para mantener relaciones sexuales:

 

      El profeta de Al.lah acostumbraba a decir que se encontraba entre aquellos que tienen poca fuerza para el coito.  Entonces Al.lah me envió un puchero con carne guisada.  Después de comer de él, encontré fuerza siempre que quise acometer la tarea” [4].

 

Ciertamente, no es fácil determinar la veracidad de esa hipótesis.  Sí sabemos que en el caso de esta tensión que había provocado el nuevo matrimonio en el seno de su harén, Mahoma no se impuso sobre la voluntad de sus esposas y prefirió separarse de Mulayka.   Por añadidura, las obligaciones del caudillaje lo reclamaban.

CONTINUARÁ


[1]  Veáse Infra pp.  .

[2]  Sajij al Bujari 7, 62, 6.

[3]  Ali Sina, Oc, p. 146.

[4]  Tabaqat 8, 200.