Jueves, 28 de Marzo de 2024

Mientras dure la guerra

Miércoles, 17 de Junio de 2020

Hace unos meses, se estrenó la película Mientras dure la guerra.  Como era de esperar en España, sin haberla visto, la gente comenzó a tirarse los trastos a la cabeza.  Unos enfatizaban la maldad de los alzados en julio de 1936 – “venceréis, pero no convenceréis” dijo Unamuno – y otros se empeñaban en decir que peor había sido el Frente popular.  En suma, diálogo – por llamarlo de alguna manera – de sordos con la clara intención de ni escuchar ni aprender.  La semana pasada tuve ocasión finalmente de ver la película.  Es una buena película y más allá de algún detalle describe de manera muy ajustada lo que fue la trayectoria de Miguel de Unamuno en sus últimos días.  Unamuno tuvo una evolución ideológica interesante.  En su juventud, militó en el partido socialista que abandonó horrorizado por el sectarismo de sus correligionarios.  Luego iría desplazándose hacia posiciones liberales, sería desterrado por la dictadura de Primo de Rivera – el único libro que se llevó y en el bolsillo fue la edición del Nuevo Testamento griego de las Sociedades bíblicas - y apoyó con entusiasmo el advenimiento de la Segunda república.

Como muchos otros intelectuales, Unamuno se desilusionó pronto de la marcha de la república y quedó horrorizado ante la llegada al poder del Frente popular.  Precisamente por esa circunstancia, respaldó el alzamiento de julio de 1936 en la esperanza de que los militares pondrían orden en la república y evitarían su deslizamiento hacia una dictadura de izquierdas.  Es en ese momento donde comienza la película.  Unamuno llega a discutir con su amigo el pastor protestante Atilano Coco porque éste – que repudia la persecución religiosa – no cree que las armas vayan a salvar a España.  Tampoco lo cree el otro compañero de charlas de café de Unamuno, un profesor de izquierdas.  Unamuno se enterará del fusilamiento de Lorca – en el que no quiso creer inicialmente – pero, sobre todo, asiste a la represión desatada por los alzados.  Atilano Coco será fusilado y lo mismo sucederá con el joven profesor de izquierdas y, en medio de la zozobra causada por lo que eran muertes injustas, Unamuno fue invitado, como rector de la universidad de Salamanca, a participar en un acto en el que estuvieron también Millán Astray, fundador de la legión, y la esposa de Franco. 

En el bolsillo de la chaqueta, llevaba Unamuno la carta que le había entregado la esposa de su amigo Atilano Coco – magníficamente encarnado por Luis Zahera – y el texto ante sus ojos y las palabras de Millán Astray lo empujaron a pronunciar un discurso de desilusión por la acción de los alzados, unos alzados que vencerían por la fuerza de las armas, pero que no convencerían.   Sobre el dorso de aquel sobre, Unamuno escribió unas apresuradas notas sobre lo que iba a decir.  Se cuenta – quizá sea cierto – que, al agarrarse de su brazo Carmen Polo de Franco, lo salvó de que le dieran dos tiros como a tantos otros.  En la película, la escena aparece reflejada dejando en muy buen lugar no sólo a Carmen Polo de Franco sino también a Millán Astray.  Cobardemente – en los momentos de peligro, la mayoría suele ser cobarde -  sus compañeros de claustro consiguieron que lo cesaran como rector y Unamuno pasó sus últimos días atormentado por la mezcla de insania, de sadismo, de crueldad y de cobardía que había invadido España de norte a sur.  Seguía viendo la pavorosa brutalidad de las izquierdas enzarzadas en una encarnizada lucha de clases y una horrenda matanza religiosa.  Sin embargo, no se le escapaba el espanto creado por los alzados y fueron horripilantes los calificativos que dedicó a carlistas y, especialmente, a falangistas a pesar de la buena opinión que tenía de José Antonio.  Su Del resentimiento trágico de la vida recoge en notas rezumantes de sufrimiento su visión de aquellos inicios de la guerra civil.  Sus últimas horas se tiñeron de un dolor indecible y, si creemos el testimonio de la persona que compartió sus postreros instantes, expiró clamando que Dios no podía abandonar a España.  Aquel falangista testigo del fallecimiento comenzó a gritar que él no lo había matado.  Cierto.  A Unamuno lo mataron, en realidad, aquellos a los que denominó los “hunos” y los “hotros”.   Semejante realidad queda expuesta de manera suave en la película que, en paralelo, va mostrando el proceso que permitió a Franco convertirse no en jefe de las fuerzas armadas “mientras dure la guerra” - como deseaban algunos de los otros generales alzados - sino en dictador vitalicio.   Al final, se sabe cuándo y cómo empiezan las guerras civiles, pero sólo Dios sabe cuándo y cómo van a concluir. 

Insisto: la película es buena y merece la pena verla, las interpretaciones resultan notables – posiblemente Karra Elejalde represente el papel de su carrera encarnando a Unamuno - y queda bien descrita aunque sin demagogia la peripecia de los desgarrados por el horror en ambos bandos ya fuera impulsado por el dogma comunista, socialista o anarquista o por el dogma católico, carlista o falangista.  Más allá del heroísmo o del sufrimiento en ambos bandos, la guerra civil fue un inmenso fracaso colectivo y conociendo la Historia de España a nadie debería sorprenderle.  Merece la pena ver Mientras dure la guerra aunque haya irritado a los que Unamuno denominó los hunos y a los hotros. Les dejo el enlace para que puedan hacerlo.   Disfrútenla

Aquí está el trailer

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