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Los intocables de Elliot Ness

Miércoles, 17 de Febrero de 2021

En el año 1987, tras poco menos de una década de ejercicio de la abogacía, yo comenzaba a estar de vuelta de muchas cosas.  No conocía de cerca a los políticos como acabaría conociéndolos en la década siguiente, pero ya iban pareciéndome poco dignos de confianza.  Me percataba de que muchas cuestiones no funcionaban en España y, sobre todo, contemplaba a diario la desgracia de la gente que derivaba de decisiones tomadas por personas a las que el bien común les importaba un pimiento. En medio de esa trayectoria, había comenzado a encontrarme con personajes verdaderamente miserables y dañinos que aprovechaban la ingenuidad, pero también la cobardía de los demás para labrarse un peculio nacido de dañar el bien común. Incluso recuerdo que, entre otros muchos, por aquel entonces comencé a chocar una y otra vez con las acciones inmundas de un personaje que respondía a las iniciales de JC, pero que no tenía nada que ver con Jesucristo. 

En medio de aquella situación, fui con una amiga australiana llamada Gilliam – llevo años buscándola, pero no lo he conseguido – a ver Los intocables de Elliot Ness. La película me cautivó desde el principio. No sólo es que el guion de Mamet es muy bueno y que la dirección de Palma – a pesar de haber robado una secuencia de El acorazado Patiomkin de Eisenstein – resulta más que digna.  Tampoco es que Sean Connery, Kevin Costner o Andy García casi alcanzaran a un Robert de Niro que encarnaba a Capone en una de las mejores interpretaciones de su carrera.  No.  Lo que más me sedujo fue ver que, al menos en aquella película, los malos eran vencidos y recibían su merecido.  Sé que eso no pasa muchas veces, pero antes, por lo menos, sucedía en el cine y resultaba muy estimulante.  Fue lo que yo sentí aquella agradable tarde que pasé con Gilliam en el cine cuando, por ejemplo, vi a Ness y a sus tres agentes lanzarse sobre un alijo de alcohol ilegal de Capone.  Salí, desde luego, del cine muy animado y me ha pasado lo mismo al ver la película de nuevo hace unos días.  No está exenta de errores históricos la cinta, pero aun así merece la pena verla.  Por cierto, quizá alguien se pregunte qué pasó con el malvado JC.  Sé que alguien se puso en contacto con él instándole a arrepentirse y advirtiéndole de que, caso de no hacerlo, Dios lo castigaría dejándolo ciego y solo.  Suena sobrecogedor, pero aún lo es más que no muchos años después JC, efectivamente, se quedó solo – lo abandonaron los que lo adulaban cuando era soberbio y poderoso - y ciego y así murió.  Quizá fue una casualidad.  Quizá.  O quizá es que existe una justicia mucho más justa, más inexorable y más segura que la de los intocables de Elliot Ness. Yo así lo creo.