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La religiosa

Miércoles, 29 de Septiembre de 2021

En 1758, comenzaron a circular por determinados cenáculos de Francia copias de las cartas escritas por Margueritte Delamarre, una monja que estaba recluida en la abadía real de Longchamp.  Margueritte se había dirigido a la administración de justicia para que la permitieran abandonar la vida religiosa alegando que nunca quiso ser monja, pero que su familia la había recluido en la abadía entre otras razones porque su madre pensaba que así expiaría el pecado de haberla concebido de un hombre que no era su marido.  Margueritte se había resistido inicialmente a la idea de tomar los hábitos, pero con solo quince años y con las presiones de su madre en el sentido de que podría ir al infierno, había terminado por ceder.  Lo que había venido después efectivamente había sido un infierno, pero en vida y en esta tierra.    Diderot, uno de los ilustrados más célebres, tomaría base de ese hecho para escribir una de sus novelas más célebres, la titulada La religiosa.  

De entrada, he de decir que se escriben muchas estupideces, a favor y en contra, de la Ilustración.  Para los favorables, suele encontrarse en la base de revoluciones como la americana y la francesa y tener un aliento democrático; para los enemigos, estuvo impulsada por ateos y masones – algo totalmente contradictorio porque los masones creen en el Gran Arquitecto – fue enemiga del cristianismo y fue la madre de la guillotina.  En este último bando además suele lanzarse grandes pedruscos contra Voltaire.  Ambos retratos son muy inexactos – el segundo todavía más que el primero – y suelen dejar de manifiesto que los que los suscriben no han leído en su vida a los autores ilustrados.  Los ilustrados no eran partidarios de la democracia ni de la república salvo alguna escasa excepción sino de un despotismo que fuera ilustrado, ilustrado porque permitiría la libertad de culto y la libertad de expresión.  De ahí que vieran como héroe a Federico II de Prusia e hicieran todo lo posible por ganarse la amistad de Catalina de Rusia y de José de Austria.  Algunos fueron convencidos protestantes, alguno convencido católico – salvo en Francia, la Ilustración fue yugulada casi por completo en las monarquías católicas, pero hubo personajes excepcionales – y la mayoría se adscribieron al teísmo, es decir, creían en Dios y en la inmortalidad del alma, pero no se sentían a gusto con las religiones establecidas.  Por supuesto, rechazaron la idea de una revolución y los que todavía vivían gritaron de horror cuando comenzó en Francia.  Nota curiosa: no pocos de ellos, como Voltaire o Diderot, eran antiguos alumnos de los jesuitas.

Diderot – que pasaría a la Historia por ser uno de los padres de la Enciclopedia – tomó la historia de Marguerite Delamarre, le añadió algunas notas de la vida de su hermana, a la que quiso mucho y que murió loca en un convento y así nació La religiosa.

La iglesia católica aulló en contra la novela y no cuesta entender por qué, pero la verdad es que la obra consiste en un relato epistolar exento de excesos y contado de manera sencilla acerca de las desgracias de una pobre muchacha obligada a profesar como monja.  La religiosa tuvo un enorme éxito por la sencilla razón de que contaba un drama que habían sufrido y seguirían sufriendo innumerables hombres y mujeres.  Hoy en día que la iglesia católica ha dejado de ser oficial, se pueden contar no pocas historias que antes sólo se susurraban.  Por ejemplo, la de las hijas entregadas a un convento porque no había dinero para una dote que les permitiera un matrimonio ventajoso o la de los hijos obligados a ordenarse sacerdotes o profesar en una casa de religión porque la herencia no daba para más.  Yo he conocido muchísimos casos en España de unas y de otros con lo que no quiero ni pensar lo que debió de ser en siglos anteriores aunque no es difícil imaginarlo.  Causan horror, por ejemplo, las descripciones que Teresa de Ávila hace sobre la vida inmoral de unos conventos de mujeres donde no se ocupaban del oficio divino ni de la oración, donde procuraban vestir ropas diferentes al hábito, donde se dedicaban al canto y a la lectura y donde, incluso, contaban con la visita de galanes que las cortejaban.  Sin duda, es bochornoso, pero, a fin de cuentas, buena parte de aquellas mujeres nunca quiso ser monja ni mucho menos que sus padres se desprendieran de ellas metiéndolas en una casa de religión por motivos económicos o vinculados a una conciencia mal formada.  No puede sorprender tampoco que los que intentaban cambiar ese estado de cosas se encontraran con la oposición, en primer lugar, de otros religiosos.  Si a Juan de la Cruz lo secuestraron y torturaron otros carmelitas no fue, desde luego, por casualidad.  Tampoco seguramente fue casual que algunos de los que más clamaron contra la opresión del clero – especialmente contra su codicia, su despotismo y su hipocresía - fueran antiguos alumnos de los jesuitas. 

Algunos achacan hoy en día el desplome de las órdenes religiosas al Vaticano II.  Es falso aunque se trate de una mentira conveniente para algunos.  La realidad es que ahora, simplemente, la gente que no desea entrar en una casa de religión no entra y los que desean marcharse… pues se marchan.  Resulta obvio que para educar a un hijo ya no hay que meterlo en un monasterio y que una hija ya buscará cómo salir adelante en la vida sin que la arreglen un matrimonio o la conviertan en monja.  Como he dicho en otras ocasiones, la iglesia católica es una religión medieval – como el islam – y con un entorno que ya no es medieval donde la presión social no va en su favor y donde el código penal y el civil no están diseñados por ella simplemente se cae a jirones como se puede apreciar expresamente en las vocaciones sacerdotales y religiosas o, más bien, en su falta.

Decía antes que La religiosa causó sensación aunque, como era de esperar, no se pudo publicar en vida de Diderot y circuló, como sucedería después en la Unión soviética, a través de copias clandestinas escritas a mano.  Ya se sabe lo que son los regímenes totalitarios lo mismo si usan la inquisición o la Cheká.  Esa situación no desapareció del todo ni con la revolución francesa ni con la llegada del siglo XX.  Así, en 1965 se realizó una versión cinematográfica de la obra en Francia y se vio sometida a la prohibición del Ministerio de información durante más de un año.  En Estados Unidos, no se pudo estrenar hasta 1971.  Sin embargo, la película era excelente e incluso constituía una manifestación clara del cine francés de la Nouvelle Vague.  En 2013, se realizó también en Francia una nueva adaptación cinematográfica que, a mi juicio, no es nada inferior a la previa.  He encontrado una copia en español que es la que les incluyo.  Aunque la imagen no es nada buena, creo que se puede ver y, desde luego, si La religiosa es una novela que hay que leer para conocer el mundo del Antiguo Régimen y la reacción de la Ilustración frente a ella, las dos películas son cintas correctas, muy bien ambientadas y, como la obra original, lejos del sensacionalismo, pero cerca de un drama que contempla con compasión a las desdichadas víctimas de un sistema religioso opresivo y que constituye un grito de libertad en favor de aellas.  Espero que la disfruten.  God bless ya!!!  ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

Y aquí está el video