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Chernobyl (y II): Malditos burócratas

Martes, 25 de Junio de 2019

Comentaba en mi último artículo que de la serie Chernobyl me habían llamado especialmente la atención dos aspectos pasados por alto por la práctica totalidad de los  comentaristas.  El primero era el heroísmo histórico de los rusos.  El segundo, al que quiero referirme hoy, es el efecto destructivo de las sociedades burocratizadas.

Se ha insistido en que Chernobyl es una crítica feroz del sistema soviético.  Lo es, pero creo que sus enseñanzas van mucho más allá.  Dado que desde hace un cuarto de siglo he venido publicando en español documentos inéditos de la antigua URSS se podrá comprender que no soy ningún entusiasta del régimen soviético.  Sin embargo, sería un gravísimo error el creer que el mal se limita al comunismo y no se alberga también en otros lugares.  Estoy convencido de que la burocratización es la clave de ese envilecimiento social.  Por ejemplo, ¿qué hubiera sucedido en España ante un drama como el de Chernobyl cuando éste es el país donde se destruyeron los trenes del 11-M en unas horas y seguimos sin saber quiénes fueron los autores intelectuales de los atentados?  ¿Cómo se hubieran repartido responsabilidades cuando nadie ha respondido por el chivatazo del bar Faisán o por las conversaciones secretas con ETA en el santuario jesuita de Loyola?  ¿Se habría hecho justicia cuando permanece impune un ministro como Cristóbal Ricardo Montoro, gran financiador de los golpistas catalanes al que el tribunal de la UE ha acusado de impulsar normas que violan derechos humanos fundamentales?  ¿Se hubiera manejado la crisis mejor o habríamos padecido a ministros como aquel que ofreció ayuda a Estados Unidos durante el huracán Katrina y unos días después no supo qué hacer con una España paralizada por cuatro copos de nieve?  ¿Acaso hubiera sucedido con casos como el de Alcasser aún por desvelar completamente o hubiéramos contemplado un olvido como el sufrido por las víctimas del terrorismo?   Me paro a reflexionar y se me corta la respiración.  El sistema soviético era, ciertamente, terrible, pero el gran mal no se reduce a su andadura.  Se encuentra en las democracias también cuando el político toma decisiones convencido de su impunidad, cuando el burócrata se sabe protegido por los siglos de los siglos en su pesebre, cuando lo prudente es callarse porque hablar implica la pérdida de empleo o incluso el ostracismo social.  Ésa es la segunda lección de Chernobyl.