Jueves, 28 de Marzo de 2024

Del crowdfunding al teatro pasando por el chotis

Lunes, 18 de Julio de 2016

Los últimos días – diría que la última semana– ha resultado rebosante de emociones. Primero, fueron las sucesivas despedidas en el programa La Voz que nos emocionaron a todos desde Isaac Jiménez a María Jesús Alfaya pasando por Roberto Centeno, Pilar Muñoz y Sagrario Fernández Prieto.

No en vano, algunos llevan colaborando conmigo en radio más de una década y hemos pasado mucho juntos. El programa se despedía y se despedía sin poder decir con seguridad si la despedida era definitiva o sólo hasta septiembre.

En segundo lugar, vino el fin de semana. El sábado por la noche, la persona que se ocupa de mis relaciones con el fisco americano – nada que ver con la Agencia tributaria – me invitó a cenar. Me llevó a un restaurante español – me eché a temblar porque los que conozco en Miami son espantosos – y, para mi sorpresa, descubrí que la comida era excelente. Como si estuviera en Madrid. Una tuna española iba cantando por las mesas. Tres asturianos y un madrileño. Charlamos un rato y cantaron el chotis Madrid de Agustín Lara. Un nudo se me puso en la garganta y los ojos se me llenaron de lágrimas, algo que advirtió, para apuro mío, la pareja que me había invitado a cenar. De repente, mientras escuchaba lo de “en Chicote un agasajo postinero” ante mis ojos aparecieron aquel cuarteto había tenido que marcharse a Miami a cantar por las mesas y esa Gran Vía que no volveré a pisar y la calle de Hortaleza que llevaba a mi colegio de San Antón y el paseo del Prado por el que me gustaba pasear y la casa que perdí y la cuesta de Moyano con sus tenderetes de libros y los teatros, pequeños y extraordinarios, a los que acudía los fines de semana en un intento de oxigenarme de unas jornadas laborales que no eran de menos de 14 horas y muchas veces llegaban a las 16 e incluso las 18… todo eso y mucho más. Imaginará el lector cómo se me revolvió el alma cuando, tras acabar el chotis, entonaron Los nardos y la calle de Alcalá y la florista que ya no existía y que nunca volverá.

Hace unos meses, una amiga del alma me envió los libros de viajes de Camilo José Cela. A mi juicio son lo mejor del premio Nobel y este fin de semana estuve releyendo Judíos, moros y cristianos. Es una experiencia agridulce. Por un lado, los ojos se me llenan de paisajes descritos por Cela que yo conocí en mi infancia y adolescencia; por otro, surge la seguridad penosa de saber que nunca los volveré a ver y no sólo porque no voy a regresar a España sino porque ya dejaron de existir hace tiempo. Casi todo lo hermoso que yo conocí en España ha ido desapareciendo dando paso a un océano de plebeyez y vulgaridad, de mal gusto y ordinariez, de fanatismo e incultura. No puedo regresar a España, pero, de poder, no sé si lograría soportarlo porque no es cosa de estar viendo monumentos las veinticuatro horas del día para sobrevivir psicológicamente.

Pero también este fin de semana – no sé si como compensación cósmica al laceramiento - el crowdfunding dio un estirón sensacional. De hecho, si hubiera sido así desde el principio ya habríamos cubierto el objetivo. Por primera vez desde que empezó el crowdfunding podemos ver la meta. No hemos llegado y queda mucho camino – realmente mucho - para sólo diez días, pero tenemos una posibilidad real de alcanzarla.

Y hoy han retornado las tristezas relacionadas con la patria. Ha sido, nada más despertarme y gracias al grupo de wassapp God bless ya!!!, enterarme del cierre del teatro La guindalera. Le dedicaré la columna deLa Razón de este miércoles a este teatro tan pequeño en dimensiones como grande en aportes culturales, pero ya adelanto que es otra consecuencia – van millones – de la política encanallada de Cristóbal Nosferatu Montoro. No exagero si digo que su IVA del 21 por ciento ha hecho más daño al mundo de la cultura que la censura de Franco. Eso sí, mantiene el 4 por ciento del IVA para los sexshops. ¿En qué pensará Nosferatu? Al parecer, en jeringar, de una u otra manera, a todo el género humano.

Llamé a la Guindalera para decirles que estaba a su lado y que si volvíamos con la radio los apoyaría en la próxima temporada en cualquier andadura que siguieran. Me lo agradecieron efusivamente, pero yo no podía dejar de pensar que la cultura le importa un pito a los políticos – sin excepción de partido – y que en Madrid, de nuevo, quien no sabe nada, pero está cerca de los poderosos y un catalán - ¡otro más! – van a dirigir el destino teatral de la CCAA. Imagino que el gobierno está tan ocupado en satisfacer al lobby gay y en formar y fnanciar las brigadas de homosexuales que irán por los colegios predicando el evangelio de Sodoma que no puede ocuparse de la cultura. ¿Indiferencia? No. Hace ya tiempo que llegué a la conclusión de que la odian. Un pueblo culto, con formación, con criterio no les toleraría muchas cosas… pues que sean progres – o conservadores – pero asnos. Total, ese tipo de asnos no les va a dar coces mientras le suministren paja.

Ignoro que va a ser del crowdfunding de La Voz aunque es cierto que podemos llegar a la meta. Lo que no ignoro es que si esa voz es silenciada sucederán dos cosas. La primera es que España perderá un foco de información y voz independiente que no capitula ante los poderosos por los ingresos de la publicidad. Decía Solzhenitsyn que una vez que te quitan todo como ya no te pueden quitar nada, hay quien no se doblega sino que resiste más. Es mi caso. Durante años, lograron echarme de las editoriales, lanzarme a la Agencia tributaria encima en un acoso bochornoso que ha causado la sorpresa de algunos profesionales con los que he comentado el tema, arruinarme económicamente, alejarme de casi toda mi familia, privarme de pasear por la Gran Vía buscando a una florista que desapareció hace décadas… todo de manera injusta aunque, sin duda y eso lo reconozco, no inmerecida. Enfrentarse con los poderosos sin buscar el apoyo de otros igual de malos, pero distintos, tiene estos costes. Sin embargo, no sólo no me han llevado a rendirme, es que además me han privado de algo que perder – a decir verdad, han creado una situación que me mantendría esclavizado por ellos durante dos o tres vidas más - y, por lo tanto, me han dado una enorme libertad.

 

La segunda es que, pase lo que pase, yo seguiré adelante. Quizá volviendo la espalda del todo a España, pero empleado en otras tareas y buscando, en primer lugar, el Reino de Dios y su justicia en la convicción de que todo lo demás se dará por añadidura. Desde luego, es mi experiencia y por ella, a pesar de los sacrificios, le doy gracias a Dios. Eso sí, es posible llegar a la meta del crowdfunding si los oyentes de La Voz no se duermen. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

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